Seres humanos, más humanos, compartiendo espacio con la IA
“Siempre que te pregunten si puedes hacer un trabajo, contesta que sí y ponte enseguida a aprender cómo se hace”.(Franklin D. Roosevelt)
La IA viene a ocupar un espacio, pero no el nuestro
Frente a un viejo conocido llamado negacionismo, la ya imparable integración de la Inteligencia Artificial (IA) en el ámbito de la gestión pública va a resultar fundamental en los próximos años para mejorar nuestra eficacia y eficiencia a nivel organizativo y funcional, propiciando una mejora equivalente en la calidad de los servicios. Pero ello requiere una actitud activa y reactiva, previo entendimiento del estado de las cosas.
En efecto, nos encontramos en un momento culminante dentro del proceso de evolución de la administración pública desarrollado a lo largo de las últimas décadas, una transformación lenta pero segura que ya ha pasado por varias etapas y en la que actualmente destaca la necesidad actual de incorporar la IA a los procesos administrativos y los servicios públicos.
Esta es una tarea que no podemos eludir y para la que debemos formarnos.
Y definitivamente se aborda en cuanto se entiende el potencial de la IA para automatizar tareas rutinarias, liberando recursos humanos para funciones más estratégicas y creativas. Otra de sus grandes potencialidades, la gestión de los datos, permite la objetivación de los procesos de toma de decisiones.
Esta puede ser la culminación casi definitiva de un proyecto, el de automatización y administración electrónica, que en realidad ha recibido muchos otros nombres a lo largo de los años.
Últimamente se denomina transformación digital, aunque siempre ha sido y es mucho más: «La administración electrónica es el uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) en las Administraciones públicas, combinado con cambios organizativos y nuevas aptitudes, con el fin de mejorar los servicios públicos y los procesos democráticos y reforzar el apoyo a las políticas públicas.» (Comisión Europea).
El subconcepto clave a los efectos de la presente reflexión es el de "nuevas aptitudes”, que hay que entender como sinónimo de “nuevas habilidades", todo un paradigma que sostiene por sí mismo un nuevo modelo que desde luego va mucho más allá de la mera incorporación de las TIC.
Estas habilidades son las conocidas e incluso manidas "soft skills" (habilidades blandas), las cuales precisamente nos diferencian de la inteligencia artificial, por lo que es el mejor momento para reivindicarlas.
Se trata de capacidades intrínsecamente humanas, como:
- La inteligencia emocional y social
- La comunicación efectiva y asertiva
- La capacidad de resolución de conflictos
- La gestión en la toma de decisiones
- La gestión del trabajo en equipo
- La flexibilidad y capacidad de adaptación
- El liderazgo y otras ...
Desarrollar estas habilidades no solo nos convierte en mejores profesionales, sino que también define el papel de la IA, si se quiere ver así, “por eliminación”, al tiempo que asegura el nuestro.
Territorio para Humanos, para las Personas
No nos podemos permitir mantener puestos cuyas tareas ordinarias son indiferenciables de las que puede realizar una máquina.
Según el Programa para la Evaluación Internacional de las Competencias de la Población Adulta (PIAAC), solo el 13% de los trabajadores usa diariamente habilidades superiores a las que emplean las computadoras.
Esto plantea una pregunta crucial sobre el valor añadido del 87% restante de los puestos.
La experiencia, la empatía, el sentido común y la inteligencia emocional son esenciales para resolver problemas complejos, algo que las máquinas no pueden replicar.
Si se trata de realizar tareas básicas automatizables, autorrellenables o matemáticas, una computadora es más que suficiente, pero para ser capaz de resolver cuestiones mucho más prácticas se necesita una mente humana bien preparada, una capacidad muy valiosa que, paradójicamente, a menudo no se valora en los procesos selectivos, y a veces aún menos en el día a día.
Tradicionalmente, se han valorado la memoria y la inteligencia técnica, pero en determinados puestos, especialmente los directivos, es preferible contar con sentido común, experiencia, perspectiva y ética.
Trabajar en una entidad pública hoy en día implica, más que cualquier otra cosa, resolver problemas, y estos no se resuelven citando y en ridículas ocasiones recitando de memoria regulaciones arcaicas. Es esencial seleccionar perfiles adecuados de cara al futuro, pero antes, desarrollar habilidades entre los empleados existentes, un proceso que requiere de liderazgo y determinación, rasgos muy humanos por cierto.
Pero deben hacerse las cosas en su orden: la correcta selección de personal es tan importante como el correcto y adecuado diseño previo de los puestos y los perfiles necesarios.
Una gran ayuda y un gran desafío
Nadie dijo que fuera sencillo.
La transformación digital en la administración pública requiere un impulso tanto político como directivo.
Si dicho impulso queda exclusivamente en manos de los cargos políticos, puede perder fuelle según las circunstancias (y en todo caso con el cambio de legislatura), pero si el liderazgo es meramente funcionarial puede quedar deslegitimado, e incluso abortado, en cualquier momento.
En todo caso se necesitan perfiles directivos profesionales y otros altamente técnicos, como directores de proyectos, analistas de datos, gestores de conflictos y oficiales de compliance, además de profesionales STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics).
Alcanzado el primer cuarto de siglo, las organizaciones públicas deben ser más tecnológicas, pero también más humanas, pues determinadas habilidades son extremadamente necesarias en puestos como los de atención al público, donde son imprescindibles, por ejemplo, la empatía y la capacidad de comunicación.
Pero debemos acertar con la tecla, nunca mejor dicho.
Para ser capaces de gestionar estos cambios, el tipo de liderazgo ejercido marca la diferencia. Los líderes de una organización influyen en la calidad de las decisiones organizativas. En este sentido, el liderazgo que necesitamos es el que facilite la implementación y desarrollo de todos estos procesos que tenemos abiertos, sentando las bases de un nuevo modelo que en el futuro a corto plazo se basará en una colaboración equilibrada entre humanos y máquinas.
Cada uno tiene su rol preasignado.
Mientras que la tecnología debe mantenerse en un nivel instrumental, los seres humanos debemos dedicarnos a actividades originales y creativas que la IA no puede replicar.
Pero creatividad no es subjetividad, porque ahí estará esa colaboración como elemento compensatorio al clásico exceso de discrecionalidad.
Así, la consecución del interés general será más ética y efectiva mediante el análisis de datos, enterrando el viejo modelo de gestión basado en continuas ocurrencias y decisiones subjetivas, incluso caprichosas en algunos casos.
En definitiva, integrar la IA en la gestión pública resulta esencial para modernizar y mejorar la Administración, permitiendo a los empleados enfocarse en tareas estratégicas, prácticas y creativas, y asegurando que la tecnología se utilice para apoyar y no reemplazar las tareas de los empleados públicos, que ahora girarán exclusivamente en torno a las habilidades humanas. Pero este tema es amplio...y lo iremos abarcando y desgranando en próximos artículos con mi firma para el Blog de Savia.
Víctor Almonacid Lamelas
Directivo Público Profesional especializado en transformación digital.