La humanidad ha pasado por dos revoluciones industriales y ahora, al menos según el parlamento Europeo, estamos viviendo la tercera, la que comenzó con la revolución informática y de las telecomunicaciones. Desde el punto de vista industrial se basa en las energías renovables, baterías de hidrógeno, energía eléctrica inteligente, etc.
El Parlamento Europeo no menciona específicamente al software como factor principal de esta revolución; aunque sin el software esta revolución nunca se hubiera dado.
Recordemos que el objetivo de las revoluciones industriales siempre fue producir más con menos recursos: tiempo, personas o materias primas, incrementando así la competitividad empresarial. Y es y será el software, la principal palanca que permitirá optimizar aún más el tejido empresarial. Aunque quizá esta optimización suponga la revolución industrial más salvaje de las acaecidas históricamente.
La transformación digital en la que nos estamos sumergiendo se basa en 3 pilares fundamentales: Automatización, Big Data y Computación Cognitiva:
Como en anteriores revoluciones industriales, todas las tareas proclives a ser automatizadas, lo serán. Esto afecta a cualquier proceso que pueda definirse mediante un protocolo (venta, logística, administración…). Gracias a la automatización las empresas pueden atender a un número casi ilimitado de clientes sin necesidad de aumentar su plantilla.
El aumento de la actividad digital conlleva que esta sea almacenable, cuantificable, clasificable y por tanto, analizada. El reto de la empresa no es recopilar información, sino separar los datos útiles para interpretarlos y reorientar la estrategia de negocio. Interpretar los datos es, de hecho, la tarea más complicada, de ahí que haya surgido un nuevo puesto de trabajo: El Chief Data Analyst.
Si hace 10 años nos hubieran dicho que habría operadores telefónicos virtuales que se hacen pasar por humanos nos hubiera costado creerlo. Sin embargo, muy pronto el software cognitivo será capaz de sustituir a empleados en labores cada vez más complejas.
La industria 4.0 o la revolución inteligente es la que viene impulsada por nuevos métodos de producción y fábricas inteligentes (“smart factories”). ¿Cuál es el objetivo de la cuarta revolución? Ser más adaptable a tendencias y gustos del consumidor sin renunciar a los métodos de automatización en la fabricación que aportaron las anteriores revoluciones industriales. Y es aquí donde el software adquiere su rol protagonista. ¿Pero qué retos son los que tendrán que superar las empresas utilizando el software de manera inteligente?
Esta revolución va más allá de la remodelación de los espacios de trabajo y las herramientas. Afectará, sin embargo, a los puestos cualificados que se ven amenazados hasta el punto de la desaparición. Puestos de trabajo dentro del sector servicios, la logística, la atención al cliente e incluso la toma estadística de decisiones podrán desaparecer en pocos años. Las empresas deberán adaptarse a este cambio porque supondrá elegir entre optimizar sus costes reduciendo su plantilla o no renunciar a la humanización de su organización.
Sería atrevido hablar de Inteligencia Artificial, pero no tanto de Software cognitivo.
La famosa frase de Henry Ford, “el cliente puede comprar un coche del color que desee, siempre y cuando sea negro”, define a la perfección como la segunda revolución industrial sacrificó la personalización en aras de la producción en masa.
Pero el consumidor actual busca algo más. El hecho de que seamos ya casi 8000 millones de personas en este planeta genera una sensación de insignificancia en el individuo. De ahí que las plataformas de expresión de nuestro yo personal tengan tanto éxito (redes sociales, selfies, customizaciones…).
Esto se traslada a la demanda personalizada de servicios y productos. Es decir, el consumidor quiere productos personalizados pero pagando el mismo precio que si se produjeran en masa. Las empresas sólo podrán cubrir esta demanda si cuentan con fábricas inteligentes que dispongan software adecuado que permita ofrecer a cada cliente exactamente lo que desea.
El aumento exponencial de la población está generando un problema y a su vez una preocupación por la hiper optimización de los recursos. No es ningún misterio que los recursos son limitados y que el crecimiento económico requiere de un continuo crecimiento del consumo. Por lo que en principio, sólo nos queda optimizar todo lo posible los recursos y medios.
Las soluciones de telepresencia y las jornadas de trabajo flexibles gracias al teletrabajo facilita reducir el impacto que tiene el movimiento diario de los trabajadores. En el plano industrial, el software permite evaluar cuántas piezas se pueden obtener de un kilogramo de acero con mucha mayor precisión que un ser humano.
¿Permitirá este modelo una mayor adaptabilidad a las necesidades y a los procesos de producción? ¿Habrá una asignación más eficaz de los recursos?
Lo que sí podemos intuir es que los empleos de alta cualificación se verán amenazados por una revolución tecnológica que demandará capacidades cognitivas, no sólo técnicas.
Se plantean como profesiones del futuro las relacionadas con la investigación, la ingeniería y el desarrollo tecnológico. Pero siendo realistas, el mercado laboral no puede absorber cientos de miles de trabajadores en puestos de este tipo.
En los próximos años nos enfrentamos a un cambio tan abismal como el que supuso la formalización de la jornada laboral de 8 horas diarias, a mediados del siglo XVIII. Suponemos que los mercados laborales deberán reducir las jornadas de trabajo para así dar cabida a más profesionales. Desgraciadamente, no tiene sentido que la automatización crezca exponencialmente y las horas de trabajo o los puestos no se vean reducidos.
No sabemos cuánto creceremos, ni si las cifras del paro caerán en picado por mucho que aumente el PIB. Pero, sin duda, el software va a suponer un antes y un después en la gestión de las empresas y, sobre todo, en la gestión de sus Recursos Humanos.